Máquinas Salvajes

Nos dijeron que avanzar era sinónimo de libertad. Pero, ¿qué pasa cuando lo que llamamos futuro es solo una versión más sofisticada del mismo sistema fallido?

Máquinas Salvajes

Por Elsie Ralston

EL MITO DEL PROGRESO

Avancemos, nos dicen. Siempre avancemos, porque así se construye el progreso.Pero, ¿qué significa avanzar? ¿Y quién dicta la dirección?

Nuestra colectividad suele mirar hacia atrás con desdén, como si el pasado fuera una fosa común de ignorancia. Nos presentaron al tiempo como una escalera, donde cada peldaño nos acerca a la cúspide de la inteligencia, el nirvana del modernismo civilizado. Pero cuando levantamos la vista, el final no existe. Solo hay más escalones.

Nos hicieron creer que el mundo mejora porque hay satélites, sensores y microchips. Porque la información está al alcance de un clic, la esperanza de vida aumenta, y la economía crece (pero parece que pasamos por alto cuando colapsa). Si el progreso es inevitable como un río que nunca se detiene, ¿por qué seguimos ahogándonos en problemas tan viejos como la guerra, la destrucción de ecosistemas y la hambruna?

La historia no es una línea recta, sino más bien un nudo de contradicciones en donde los seres humanos podemos ser una peluza más, o el agente descongestionador. Bajo la mirada capitalista, el progreso ha derivado en la acumulación de los pocos, y no el bienestar común. Tampoco tiene relación con la idea de libertad, sino más bien con la domesticación, pues para que se genere la riqueza de algunos, se oprime a otros. Y no es, finalmente, una promesa fallida, sino un dogma que opera sin rendir cuentas.

Lo que muchas veces llamamos “futuro”, guarda en sí la promesa del progreso, y funciona en una dinámica de poder que justifica la permanencia de sistemas que no han servido a nuestra colectividad. Lo que anhelamos como “avance”, es solo la aceleración con la que el capitalismo reinventa prácticas que vienen demostrando ser injustas. Es como un espejismo: lo habitamos como si fuera real, pero solo refleja lo que nuestra mente ya decidió creer. Está ahí y vivimos nuestras vidas dentro de su maquinaria, pero en realidad es el producto de una refracción falsa que hemos interpretado como real. Y al igual que en un espejismo, todas las imágenes que representa, están determinadas por las facultades interpretativas de nuestras mentes e imaginarios colectivos.

EL PROGRESO COMO RELIGIÓN: DE LOS REYES A LOS CEO

Desde que existe el poder, existe la ficción del progreso. Es una suerte de fe en el futuro que no es nueva en absoluto. Tiene siglos de antigüedad y se ha vestido de distintos ropajes, desde el púrpura imperial hasta los sneakers de Silicon Valley.

En el siglo XVI, cuando los imperios europeos devastaban territorios en América, África y Asia, no llamaban a su actividad saqueo, sino “civilización. Se argumentaba que los indígenas vivían en la oscuridad y que su llegada traía la luz. Luego, cuando la industrialización barrió con las economías locales y convirtió a millones en mano de obra explotada, lo llamaron “desarrollo”.

Hoy, el progreso se viste diferente y la tecnología se configura como la promesa que puede traer luz entre las tinieblas. Los monarcas y conquistadores son los administradores del pasado, ahora los tecno-CEOs administran formas de poder que sólo una porción muy pequeña de la población realmente comprende.

Walter Mignolo, en “Desobediencia Epistémica”, nos recuerda que el progreso siempre necesita de un “otro” atrasado para existir. Sin la idea de un “tercer mundo”, no hay primer mundo. Sin pobreza, no hay riqueza. Sin periferia, no hay centro. Sin oscuridad no hay luz y sin indígenas no hay blancos.

Si el progreso fuera real, si de verdad camináramos hacia adelante, entonces, ¿por qué 700 millones de personas viven en condición de pobreza extrema a nivel global, sobreviviendo con menos de 2.15 dólares al día?

¿Por qué, si producimos más riqueza que nunca, la desigualdad se dispara?

¿Por qué, si la tecnología avanza, seguimos dependiendo de la explotación de niños en minas de cobalto?

RESOLVER PROBLEMAS SISTÉMICOS

¿Cómo encontrar soluciones a problemas sistémicos? ¿O cómo solucionar el problema de un sistema fallido? La transformación definitivamente pasará por crear nuevos sistemas, o soluciones sistémicas que, a diferencia del modelo capitalista, democraticen el acceso a todo tipo de saberes y oportunidades.

En la actualidad, quiénes cuestionamos, muchas veces somos catalogados como enemigos del progreso. Pero, ¿qué pasa si el único progreso que vemos es hacia un abismo? Mejorar, crecer, optimizar e innovar, ¿pero si somos testigos de que todo ese bienestar beneficia únicamente a algunos, y muy a pesar de otros? Lo que cuestionamos no es el deseo de mejorar la vida, sino la imposición de una única vía para lograrlo: la del progreso medido en acumulación, velocidad y sin cuidado por la exclusión o barbarie humana.

Nos vendieron la idea de que siempre hay que mirar adelante. Pero, ¿qué pasa si la única manera de encontrar soluciones es mirar a los lados y hacia atrás, a siglos de convivencia con nuestros ecosistemas?

La idea de progreso ha terminado configurándose como una forma más de mantener cierto control y hegemonía del pensamiento colonial, por lo que la verdadera transformación no vendrá de nuevas tecnologías, sino de la capacidad de imaginar otra cosa completamente distinta. Y tal vez, la única forma de avanzar no es seguir la flecha del progreso, sino salirse de la máquina y volverse un tanto más salvaje.


Referencias

  • MIGNOLO, Walter (2014) Desobediencia epistémica: retórica de la modernidad , lógica de la colonialidad y gramática de la descolonialidad. Ediciones Del Signo. Buenos Aires

Las imágenes fueron generadas por Elsie Ralston usando Chat GPT y prompts de este artículo.

Sobre Elsie

Elsie Ralston es escritora y diseñadora de contenidos. Con más de 12 años de experiencia en gerencia de proyectos de desarrollo e incidencia política, ha colaborado con diversas organizaciones en América Latina y Europa para promover la educación sostenible, el empoderamiento comunitario, y más recientemente tecnologías digitales responsables. Cree firmemente en el poder de la DEI para transformar sociedades y construir un futuro más justo y resiliente para las personas y el planeta. Es Co-Directora y Fundadora de Sur Global, donde por medio de programas educativos y consultoría en diseño estratégico, crea comunidades de aprendizaje con el objetivo de generar innovación responsable, desde el Sur para el mundo. 

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