Cartografías del Desvío: Eduardo Marisca, desde el Sur
Cartografías del Desvío pudo ser un juego victoriano acuñado por Proust, pero nos remitiremos a presentarlo como un formato de entrevistas breves pero significativas, que buscan balancear agudeza crítica con profundidad humana, siempre desde —y para— el Sur.

¿Qué implica imaginar desde los márgenes? En esta conversación, Eduardo Marisca de Mutaciones, responde a nuestras preguntas y reflexiona sobre lo que significa diseñar sin poseer plenamente nuestra soberanía, hablar sin pedir permiso y proyectar futuros incluso en sistemas que escapan a nuestro control. Desde su lugar en el Sur —geográfico y simbólico— nos invita a desmontar certezas y a abrir espacio a escenarios más complejos, situados y viables.
¿Qué historias, personas o territorios marcaron tu mirada sobre el futuro?
Cuando estaba buscando tema para mi tesis de maestría, regresé sobre un videojuego que yo recuerdo haber jugado hace décadas, Fútbol Excitante, cuya gran innovación era que el juego lo comprabas en las galerías informales de Lima y podías jugar en Super Nintendo con los equipos del torneo local de fútbol. Me asaltó un poco el recuerdo de este juego, porque de pronto como que no me hacía sentido. ¿Por qué existía este juego? No solamente era un acto de piratería, sino que era un acto de transgresión. Era modificar el juego para hacerlo hacer algo para lo cual no fue diseñado. Y cuando empecé a jalar la madeja para tratar de entender, lo que me encontré fue con toda una historia que no había sido contada sobre cómo a fines de los ochentas y a principios de los noventas se había organizado de una manera muy espontánea e informal una comunidad de personas que habían aprendido por su cuenta a hackear la tecnología en la forma de videojuegos para hacerla decir cosas que les parecían importantes. Cualquiera que fueran esos mensajes, buenos o malos, pero estaban apropiándose de esta base tecnológica para hacerla decir otra cosa que no había sido creada para decir.
Eso me empezó a llevar por todo un camino de exploración para entender cómo es que la creatividad acoplada con la nueva tecnología funciona en los contextos donde no se espera que funcionen, en contextos como Lima, en contextos como el Perú, que existen fuera de los centros establecidos y reconocidos de la innovación en tecnología. Y empecé a hacer un montón de preguntas que me llevaron además a entender una relación histórica con la tecnología y la modernidad que ha sido bastante fracturada en el Perú, pero que es una historia que se mantiene transversal a través de toda América Latina: la manera como hemos tendido a depender de grandes narrativas de que ciertas tecnologías nos van a convertir, ¡por fin!, en naciones modernas — la digitalización, los ferrocarriles, la infraestructura, una serie de promesas que hemos escuchado y que por múltiples razones no se han materializado en dos siglos de vida republicana. Y seguimos peleando la misma batalla por sentir que somos naciones modernas y todavía ni siquiera tenemos un sentido claro de qué es lo que eso significa.
Entonces, encontrar estos bolsones inesperados de un tipo de inventiva y de creatividad que además según la teoría no deberían estar ahí, pero están, debería llevarnos a hacernos un montón de preguntas. Fue un poco lo que me empezó a jalar tanto hacia el espacio de entender cómo se construyen estos discursos sobre el futuro y sobre todo cómo se construyen estos discursos en el contexto de los países y las culturas de América Latina.
¿Cómo entiendes el rol del diseño y la innovación en los países del Sur Global?
Para mí la pregunta que estamos haciendo cuando hablamos de diseño en el sur global pasa mucho por una pregunta que tiene que ver con la soberanía: tanto de nuestra vida cotidiana está definido, configurado por nuestro uso de plataformas digitales, de redes sociales, de plataformas de contenido, de tecnologías, herramientas, sobre las cuales tenemos muy poco control y de las cuales hemos asumido que somos consumidores de estas herramientas, plataformas, tecnologías, pero no necesariamente creadores. Asumimos que la producción se hace en otro lado, y nosotros somos usuarios. Y creo que es una idea muy peligrosa, sobre todo a medida que estas plataformas tienen cada vez más influencia y poder en definir cómo se conjugan sistemas económicos, cómo se conjuga evolución tecnológica, cómo se conjugan relaciones políticas. Para mí, empezar a hacer estas preguntas y este trabajo desde el Sur Global pasa también por un proceso de recuperar esa soberanía tecnológica y esa agencia tecnológica sobre las fuerzas que están configurando nuestro futuro y sobre las cuales no tenemos un sentido completo sobre cuáles son sus impactos y efectos.
¿Hay una pregunta que siempre estás intentando responder con tu trabajo?
Sí, y es la pregunta básica de cómo es posible que exista el cambio. Si finalmente el cambio siempre tiene que surgir dentro de estructuras existentes — digamos, ex nihilo nihil fit, nada sale de la nada — entonces, ¿cómo es posible que de cuando en cuando se produzcan divergencias? ¿Cómo podemos entender qué es lo que hace que eso pase e incluso cómo podemos aprender de eso para generar cambios?
La pregunta tiene bastantes más capas de lo que parece, y de hecho creo que la versión más convincente que tengo hasta ahora es la versión biológica, que es además es lo que le da el nombre a Mutaciones: la operación misma de la vida genera aleatoriamente mutaciones y algunas de esas mutaciones terminan siendo más exitosas en adaptarse al entorno que otras y por lo tanto sobreviven en el tiempo. Esa idea me gusta muchísimo porque introduce también un cierto elemento de aleatoriedad, de recombinación y de adaptación que pasa por reconocer que muchos de los cambios que experimentamos o de los que participamos no están bajo nuestro completo control. En muchos casos lo mejor que podemos hacer es crear condiciones o iniciar procesos y luego tenemos que adaptarnos a esa mutabilidad que es inherente al cambio. Pero creo que en general la pregunta que siempre persigo es: ¿Cómo es posible el cambio? ¿De dónde viene? ¿Cómo se ve? ¿Cómo podemos hacer que suceda o cómo podemos hacer que suceda de maneras diferentes?
¿Cuál crees que es el mayor malentendido de la humanidad?
La verdad es que estoy bastante de acuerdo con Harari cuando insinúa en Sapiens que la gran estafa por la que pasó la humanidad fue la revolución agrícola. La manera en la cual lo describe Harari es que antes de la revolución agrícola teníamos un pretty sweet deal, ¿no? Éramos cazadores-recolectores, las poblaciones eran mucho más compactas, trabajábamos unas cuantas horas al día, por ahí que cazabas un mamut o recogías algunas bayas y con eso ya tenías para tu alimentación del día o de la semana y el resto del tiempo era bastante ocioso, bastante relajado. Podías ir y pintar en las paredes de las cavernas, podías explorar nuevos territorios, nos daba mucho tiempo libre para hacer muchas cosas. Pero todo ese patrón cambia cuando se introduce la agricultura: con la agricultura ya no es que puedes trabajar un poco de cuando en cuando, sino que requiere que estés al amanecer en el campo trabajando la tierra, que estés siguiendo sus procesos naturales, que estés cosechando cada cierto tiempo y todo eso es sumamente intensivo en términos de trabajo.
Y es con la introducción de la agricultura que introducimos esta idea de que ahora tenemos todos que trabajar para mantener y sostener este patrón porque nos permite alimentar más gente y tener sociedades más grandes y de pronto el propósito del trabajo y de la vida no es vivir bien, sino que es vivir al servicio de otra cosa, al servicio de algún tipo de abstracción, como es la sociedad organizada y civilizada. Y a partir de ahí se desprenden un montón de cosas que dan forma a la civilización antigua y moderna, pero es en ese momento cuando abandonamos ese primer patrón cazador-recolector, porque encontramos que en la agricultura íbamos a tener supuestamente mayor bienestar, que creo que perdimos un montón de cosas que nos hemos pasado milenios tratando de entender cómo recuperar.
¿Y la mayor conspiración?
La máxima conspiración es la obsesión por pretender que la existencia tiene algún tipo de propósito. Y acá saco todas mis cartas filosóficas, pero estamos obsesionados en los últimos años con una búsqueda de propósito que se ha vuelto una búsqueda individual. Ya no es que el propósito es participar de grandes religiones o de grandes sistemas, sino que ahora es tu responsabilidad individual entender cuál es tu propósito, qué motiva tus acciones, qué es lo que te saca de la cama por las mañanas.
Y en torno a eso se ha configurado todo un aparato industrial, todo un mercado de productos y servicios y ofertas y posibilidades y discursos e influencers e ideologías sobre la importancia de entender tu propósito y vivir de acuerdo a tu propósito. Y la razón por la que creo que es una enorme conspiración es justamente porque sirve a una serie de intereses. No es una conspiración que asuma que hay una persona central que está digitando todo, pero hay cosas que coinciden que deberían llevarnos a cuestionarnos algunas cosas: la idea de que el discurso del propósito surge también como una manera de hacer sentido del hecho de que ahora dedicamos la mayor parte de nuestras vidas al trabajo y a la acumulación material, y eso es básicamente lo que hacemos con nuestro tiempo. Entonces tratamos de recubrirlo con una capa de discurso, de propósito, para que se sienta como que estamos haciendo algo más cuando en verdad pasamos buena parte de nuestro día haciendo diapositivas de PowerPoint y llenando archivos de Excel.
Pero en el fondo creo que lo que se oculta es una verdad mucho más atemorizante, mucho más espeluznante, que es el hecho de que la existencia no tiene ningún propósito intrínseco. No, no: el hecho de que estamos acá es justificación suficiente para que hagas lo que quieras. No hay un gran sentido de propósito, no hay una gran respuesta que encontrar, y eso más bien nos da la libertad para hacer un poco lo que nos dé la gana. El solo hecho de estar acá ya es bastante trabajo, ya es bastante trabajo estar vivo. Y por eso es que la existencia tiene que entenderse como su propio propósito.
¿Qué conversaciones aún faltan en las mesas donde se toman decisiones?
Siempre van a faltar conversaciones. Nunca va a haber un momento en el cual ya todas las variables están sobre la mesa y ya está, como que ya resolvimos todos los problemas, ya están todas las sillas en la mesa que deberían estar consideradas.
Hay que tener continuamente una conversación sobre puntos ciegos, sobre qué cosas no estamos viendo, sobre qué cosas están cambiando frente a las que deberíamos estar reaccionando y que va a ser una conversación que va a llevar a que se tengan que priorizar o considerar nuevos puntos de vista. Hace 50 años quizás no era tan urgente pensar que la conversación ambiental tenía que ser parte de la toma de decisiones y hoy día debería ser inescapable. Lo más peligroso es pensar que eso debería ser un conjunto cerrado de puntos de vista que participan de las conversaciones en lugar de una conversación evolutiva que tienen todo tipo de organizaciones. Ciertos contextos van a requerir ciertas cosas que otros contextos no requieren. Entonces, más que buscar la configuración correcta de perspectivas no representadas, lo que tiene que haber es entender que el mundo como es hoy no es como ha sido siempre y no es como será siempre, que es como siento que muchas veces tomamos las decisiones, como si el mundo fuera incambiante. Y si el mundo más bien lo asumimos como cambiante, ¿qué nuevas perspectivas tienen que estarse sumando y saliendo de la conversación también? Dependiendo del contexto en el que estamos y dependiendo de la visión que queremos construir.
¿Cómo puede la práctica de tu profesión incomodar las estructuras de poder actuales?
Sobre todo en el diseño siempre hay mucha frustración de decir “no nos invitan a participar, no somos parte del proceso”, y es un discurso que me frustra porque muchas veces es muy reactivo — y no pasa por preguntar cómo irrumpes en la conversación y cómo te haces parte del discurso. Y creo que pasa por tres cosas.
Primero es el entendimiento muy fino del contexto, ese entendimiento muy fino que es capaz de entender la complejidad de las decisiones, entender que no se puede optimizar para una sola variable, sino que estamos tratando de buscar equilibrios y que esos equilibrios están en tensión.
Segundo, a partir de ese entendimiento muy fino del contexto, es la capacidad para hacer buenas preguntas, no hacer preguntas cliché, no hacer las preguntas de siempre, sino realmente poder llegar a la capacidad de preguntar por eso que señala que el emperador está desnudo, eso que nadie entiende pero nadie quiere admitir, eso que todos están pensando pero nadie dice.
Y tercero, y la menos popular, es que tienes que comerte el roche, en buen peruano — tienes que ganarte con toda la pelea. No basta con soltar un poco de inspiración, no basta con tener una buena idea, sino que tienes que tener luego la paciencia, la perseverancia y el ingenio para poder empujar esa idea, poder empujar esa posibilidad a través de todo el ciclo de vida que va a requerir — haciendo un montón de concesiones en el camino. Creo que muchas veces pecamos de ingenuos cuando pensamos que porque ya tuvimos la idea mágica y porque ya la compartimos, ahora todo el mundo abrirá los ojos y entenderá que esto es mejor. Y tenemos miles de años de evidencia de que así no pasa. Allí es donde creo que las personas que estamos en el diseño nos frustramos mucho porque esas cosas no sean evidentes, pero creo que esa tercera capa de comerse el roche y pelear la batalla es importante para ver que las cosas efectivamente cambien. Pero es también una de las más difíciles de entrenar.
¿Qué riesgos estás dispuesto a tomar hoy en tu trabajo?
Creo que toda postura de diseño asume trade-offs y no hay postura perfecta, no hay situación perfecta. Yo empecé a hacer este trabajo vinculado a futuros a través de Mutaciones a partir de la observación de que esta era una conversación que era muy difícil de empujar desde dentro de las paredes de una organización. Si bien hay organizaciones que son muy progresistas y están abriendo campo en términos de innovación y experimentación y exploración, no es fácil y hay un límite a cuánto puedes explorar. Hay preguntas que tienen un horizonte mucho más lejano, un tiempo de maduración mucho más lento y que la expectativa de los resultados financieros no te dan la paciencia para prestarles atención. Y es allí donde decidí que esta conversación es importante, y alguien tiene que estar explorando esto y de alguna manera creando un modelo que mitigue el riesgo para las organizaciones de explorar con un horizonte un poco más lejano.
Y allí ya hay una serie de riesgos. El riesgo de poder articular un discurso que efectivamente conecte con necesidades del presente, el riesgo de que muchas de las cosas que nosotros podemos traer a la mesa y a la conversación son especulativas, son provocaciones y podrían nunca ver la luz del sol o verlo de una manera muy transformada porque no tenemos control sobre el despliegue y el aterrizaje de esas ideas. Ese es un trade-off que estamos asumiendo, estamos intercambiando la claridad o la certidumbre del despliegue del impacto tangible por la libertad de poder explorar más abiertamente y con menos parámetros. Estamos asumiendo el riesgo de construir una operación propia, una metodología propias y una manera de trabajar propias, en lugar de asumir la garantía de trabajar dentro de procesos mejor establecidos o dentro de cadenas de valor más cerradas.
Entonces el hecho de posicionarnos afuera ya nos pone en un lugar de experimentación continua y sobre todo de tener que hacernos cargo por nuestras posturas de contenido y nuestras posturas metodológicas. Eso va muy bien con lo que queremos construir para América Latina, queremos justamente ser fuente de herramientas, metodologías, eventualmente también tecnologías, pero asumir eso es asumir un riesgo grande en una región que no está acostumbrada a valorar lo endógeno de esa manera.
Un libro que te hizo cambiar de opinión
Un libro que influenció mucho la manera en la que trabajo es Deep Work, de Cal Newport, donde habla de la distinción entre el trabajo superficial, el shallow work, y el trabajo profundo. Trabajo superficial siendo todas esas tareas que tenemos todos los días que cumplir como pendientes administrativos y responder correos, que no son la chamba, pero son la chamba que hay que hacer para poder hacer la chamba. Y lo distingue del deep work, del trabajo profundo, que es cuando realmente estás enfocado en producir ese diseño, en interpretar esa data, en generar ese documento, que es el trabajo que tenemos que hacer que realmente mueve la aguja. Newport habla mucho de cómo estamos tan abrumados por el trabajo superficial que casi no dejamos tiempo para el trabajo profundo. Y creo que eso me ayudó mucho a entender cómo organizaba mi tiempo y cómo empecé a dedicarle mucho más intencionalmente bloques de mi día a poder realmente trabajar en las cosas, realmente poder sumergirme en el trabajo creativo, en lugar de solamente estarle dando vueltas, encargándome de un montón de cosas periféricas que pueden ser también importantes, pero que tienen la tendencia a desbordarse y a tomar el control de todo.
Una idea que estás dejando atrás
Creo que estoy intentando dejar atrás la idea de la trascendencia, la idea de que tenemos que dirigir nuestras vidas al servicio de algo que está más allá, al servicio de una continuidad histórica. Y creo que ese peso termina siendo una carga enorme que nos desconecta de vivir en el momento en el que vivimos. Estoy haciendo mi mejor esfuerzo por abandonar una idea que ha sido muy importante para mí por mucho tiempo, que es esta idea de tener un impacto que dure en el tiempo, de trascender de alguna manera en la memoria, y más bien aprendiendo a sentirme cómodo con una idea desafiante que es la idea de entender que al final nada de eso va a importar en el gran esquema cósmico de las cosas. Todo esto es un paréntesis imposible de interpretar y lo mejor que podemos hacer es tratar de disfrutarlo mientras estamos aquí, tratar de dejar el lugar un poquito mejor de lo que lo encontramos, pero no torturándonos con la idea de que tenemos que dejar una huella en un universo que por lo demás no está particularmente interesado en nuestra opinión.
Una frase que te acompaña cuando todo tiembla
Hay varios mantras a los que regreso continuamente, hay dos quizás más cercanos que los repetimos mucho con el equipo y que nos ayudan a recuperar el norte cuando nos perdemos. El primero es un aforismo del cuestionable antipoeta peruano César Acuña que dijo: “tienes que confiar, porque si no confías, no hay confianza”. En estos proyectos de alta incertidumbre, poca definición, donde es muy fácil perder el rumbo, esta tautología en apariencia vacía nos sirve un montón porque lo único que tienes que hacer es confiar y simplemente seguir para adelante y algo sucederá.
La otra que también nos ayuda muchísimo con el equipo es preguntar, “¿qué estamos tratando de lograr?”. A menudo cuando uno se empieza a meter en el detalle del proceso creativo y empieza a generar ideas y data y evidencia y oportunidades y direcciones, cuando uno se encuentra completamente abrumado por todo eso que se ha generado, retroceder a una pregunta tan simple — ¿qué estamos tratando de lograr? — no como producto, no como entregable, sino como resultado, como cambio que se va a ver en el mundo, nos ayuda siempre a aterrizar, decantar y empezar a ver esa claridad, esa señal en medio de todo el ruido.
¿Qué pregunta no te hicimos y te hubiera gustado responder?
Quizás habría sido saludable hablar no solamente de los aciertos, los puntos de vista, sino también sobre los errores. A pesar de que participamos de una esfera donde se habla mucho de celebrar el error y el experimento, nos cuesta hablar sobre las cosas que hemos hecho mal, los errores que hemos cometido y las veces que hemos metido la pata. Construimos estas narrativas sanitizadas de que siempre quisimos llegar a donde estamos, cuando rara vez es así. Yo terminé cayendo primero en el mundo de la tecnología por casualidad, viniendo de las humanidades y de la filosofía, y luego terminé cayendo en el mundo del diseño. Y si bien es un mundo donde hoy estoy muy contento y haciendo cosas que me gustan mucho, difícilmente podría decir que fue donde me imaginaba estar o aparecer, ha habido mucho también de serendipia y de buena fortuna en el camino. Hablar de esos procesos no tan intencionales que nos han llevado a desarrollar todos estos puntos de vista es importante y vale la pena.
Si UNTOLD.ink fuera una constelación de personas y saberes, ¿qué rol te gustaría ocupar?
Me gustaría ser el bar, me gustaría ser la cantina, me gustaría ser ese rincón donde las personas caen después de haber peleado sus batallas con historias que contar, a servirse un trago y conversar un rato. Ese es el rol que me gustaría ocupar en la constelación UNTOLD.ink.

Sobre Eduardo
Eduardo tiene más de una década trabajando en proyectos de innovación y diseño, liderando procesos de cambio y transformación organizacional en diferentes industrias. Es Editor General de Mutaciones.la y Director Creativo de Melmac, un estudio boutique de diseño de futuros. Ha realizado presentaciones y facilitado talleres a lo largo y ancho de América Latina, explorando maneras en las que el diseño y la creatividad pueden ayudar a construir nuevos futuros posibles para la región.