Cartografías del Desvío: Beatriz Ricci, desde el Sur
Cartografías del Desvío pudo ser un juego victoriano acuñado por Proust, pero nos remitiremos a presentarlo como un formato de entrevistas breves pero significativas, que buscan balancear agudeza crítica con profundidad humana, siempre desde —y para— el Sur.

¿Qué implica imaginar desde los márgenes? En esta conversación, Beatriz Ricci responde a nuestras preguntas y reflexiona sobre cómo el diseño puede ser una herramienta de justicia y decolonización. Desde desafiar la noción de progreso hasta el rol de las grandes tecnologías. Beatriz apuesta por un diseño relacional, situado y colectivo. A través de su trabajo, busca incomodar estructuras de poder, amplificar voces silenciadas y reivindicar la alegría como forma de resistencia. Desde su experiencia entre Brasil y Noruega, y su lugar en el Sur, aboga por una América Latina más unida, crítica y afectiva.
¿Qué historias, personas o territorios marcaron tu mirada sobre el futuro?
Artistas, pensadores y escritores indígenas, indigenistas y quilombolas como Uýra, Ailton Krenak, Marisol de la Cadena, Silvia Rivera Cusicanqui, Nego Bispo y tantxs otrxs marcan profundamente mi mirada sobre los futuros. Estas personas imaginan lo inimaginable ante la crisis existencial que vivimos y nos invitan a reforestar nuestras mentes y cuerpos. Sus voces revelan lo invisibilizado, rompen binarismos, desestabilizan patrones, contra-colonizan lenguajes y nos re-conectan con la tierra, los ríos, los animales y los bosques. Son invitaciones a reconocer nuestras identidades plurales y a comprender que decolonizar es actuar política, poética y colectivamente.
¿Cómo entiendes el rol del diseño y la innovación en los países del Sur Global?
Es imposible pensar hoy el diseño y la innovación sin pensar en la tecnología, y en cómo esta viene de la mano con el extractivismo, el consumismo y la desinformación. Por eso creo que el rol del diseño y la innovación en los países del Sur Global debe pensarse desde una perspectiva de contra-colonización, soberanía, justicia y solidaridad en todo su proceso, y no solo en la interacción con la pantalla.
Cuando compramos un aparato electrónico, raramente pensamos en su cadena de producción. Por ejemplo, nuestros smartphones están hechos con minerales que, en su gran mayoría, provienen del Congo. Allí, la minería está controlada por milicias que esclavizan y fuerzan a trabajar a mujeres, niños y hombres por menos de 2 dólares la hora. Muchas veces estas personas mueren por accidentes y derrumbes. Este proceso es financiado por empresas del Norte como Microsoft, Apple, Dell, Tesla y Google, que lucran sobre la inestabilidad política y social del Congo, producto de un pasado colonial violento.
También me preocupa y ocupo en cómo vamos a resistir el avance de la IA y las big techs. Estas dependen de grandes centros de procesamiento de datos que consumen muchísima agua y electricidad, necesarias para enfriar estos sistemas. Hoy en Brasil hay decenas de solicitudes de autorización para construir estos data centers en Ceará, una región que ya sufre mucho por sequías prolongadas y donde miles de familias padecen la falta de agua.
Como diseñadores, muchas veces somos responsables de crear la interacción entre el usuario y su pantalla dentro de una app. Necesitamos mantener a la persona ahí, usando un producto el mayor tiempo posible. Por eso, para mí, el rol del diseño que nace del Sur Global debe ser cambiar la perspectiva del Diseño Centrado en la Persona blanca y privilegiada, y pasar a ser un Diseño de Justicia, un Diseño Relacional, en el que pensemos en todas las redes de relación involucradas en ese diseño.
¿Hay una pregunta que siempre estás intentando responder con tu trabajo?
¿Cómo desafiar y desestabilizar estructuras de poder para crear presentes y futuros más justos, afectivos y comunitarios?
¿Cuál crees que es el mayor malentendido de la humanidad?
No creo que sea un malentendido, sino un proyecto muy bien estructurado: la idea de modernidad y de progreso. Para mí, estas dos cosas sostienen la monocultura del pensamiento, del ser y del actuar. El mito de la universalidad, que nace de este proyecto, legitima de forma violenta nuestras estructuras de poder que borran lo plural y lo colectivo.
Esto se hace aún más evidente al conectar tecnología y progreso. Al despolitizar el diseño y la tecnología, reforzamos esa falsa universalidad: esa única forma de hacer e imaginar el mundo. Me gusta mucho la provocación de Cedric Price, que dijo: “la tecnología es la respuesta, pero ¿cuál era la pregunta?”. Para mí, definitivamente la tecnología no es la respuesta, como insiste nuestro sistema económico.
¿Y la mayor conspiración?
Me cuesta hablar de conspiraciones. Me resulta difícil no ver esa palabra de forma negativa, porque hoy estamos enfrentando problemas muy serios de desinformación y polarización en el mundo. Pensar en conspiraciones es pensar en la posibilidad de impactos dudosos o en manipular la verdad; es alimentar estructuras de hegemonía o miedos que no quiero cultivar.
Mi enfoque hoy es la reimaginación de posibilidades. Me ocupo entonces de pensar en las artes de resistencia, en soñar futuros distintos y en dialogar.
¿Qué conversaciones aún faltan en las mesas donde se toman decisiones?
Las personas que toman decisiones tienen acceso a la información. Por eso, no creo que falten conversaciones, sino que falta la escucha de las personas que tienen el conocimiento necesario para enfrentar las crisis en las que estamos inmersos.
Como dijo la líder indígena Celia Xakriabá: “tenemos las tecnologías ancestrales y sociales para salvar la vida en la Tierra, pero para eso es necesario que exista la escucha sensible. Más que gritar, hay que tocar el corazón de las personas en ese lugar donde mucho se habla y poco se escucha”. Y yo estoy 100% de acuerdo con ella. Por cierto, ese fragmento de su discurso se convirtió en canción: escuchen “Brasil do Cocar”.
¿Cómo puede la práctica de tu profesión incomodar las estructuras de poder actuales?
Cuando traigo voces e ideas que expanden formas de pensar, estimulan conversaciones, curiosidad y autorreflexión. Gran parte de mi práctica es facilitar conversaciones sobre cómo lxs diseñadores también tenemos un rol como opresores, y esta reflexión es un camino vulnerable y delicado.
Creo que cuando enfrentamos ese miedo a mirar todas nuestras facetas —la del oprimido y la del opresor— es ahí cuando podemos fortalecernos para incomodar las estructuras de poder, porque ya no tememos vernos a nosotrxs mismxs y podemos usar nuestro privilegio para actuar.
¿Qué riesgos estás dispuesta a tomar hoy en tu trabajo?
He tomado algunos riesgos en los últimos años. Me convertí en profesional independiente para poder ser más selectiva con los tipos de clientes con los que trabajo. También formo parte de un grupo de solidaridad con América Latina llamado LAG aquí en Noruega.
En el ámbito académico, verbalizo cada vez que presencio una injusticia o un discurso eurocéntrico y colonial por parte de mis profesores.
También debo reconocer mi privilegio como persona blanca y de clase media-alta. Hoy vivo en un país europeo y tengo la oportunidad de cuestionar, protestar y hablar abiertamente mis opiniones. Pero sé que para muchas personas eso puede ser un riesgo, y que no todxs pueden posicionarse porque tienen cuentas que pagar. Cuando estoy en Brasil, por ejemplo, es diferente. Hay entornos en los que no hablo abiertamente sobre mi identidad de género o sexualidad por miedo a sufrir violencias. Entonces, todo depende del contexto.
Un libro que te hizo cambiar de opinión
La Amazonia: Viaje al centro del mundo, de Eliane Brum. Este libro me abrió los ojos sobre las violencias cometidas por empresas estatales del gobierno noruego contra los pueblos de la Amazonía. Se habla mucho de los países escandinavos como ejemplos de bienestar social, y este libro cambió mi opinión sobre esos gobiernos, sus políticas imperialistas y su indiferencia hacia el Sur Global.
Noruega es el mayor donante de fondos para la Amazonía, y me resulta muy contradictorio que ese mismo país envíe sus empresas estatales a América Latina a ocupar ilegalmente territorios indígenas en Perú, Brasil y Chile.
Doy este ejemplo porque actualmente vivo en Noruega mientras escribo mi tesis de maestría, y fue una lectura que me conmovió profundamente y transformó mis creencias sobre mi experiencia en este país. Me mudé acá con expectativas muy distintas a la realidad que encontré.
Una idea que estás dejando atrás
Dos cosas: el perfeccionismo y el sentido de urgencia. Para sobrevivir como mujer inmigrante y LGBTQIAP+, siempre sentí que tenía que hacer más y de inmediato para demostrar mi valor. Hoy me doy cuenta de que el perfeccionismo también es una forma de control, y que apagó mi autenticidad y creatividad.
El sentido de urgencia elimina el tiempo de escucha, tanto hacia quienes nos rodean como hacia nuestro propio cuerpo.
Una frase que te acompaña cuando todo tiembla
Confía en el proceso, en ti misma y en las personas a tu alrededor.
¿Qué pregunta no te hicimos y te hubiera gustado responder?
Siempre me gusta hablar sobre la alegría, y preguntar qué significa la alegría para cada persona. Compartí cosas difíciles en esta entrevista y creo que la alegría está muy relacionada con las dificultades también. Para ser alegres también necesitamos ser tristes. La alegría trae una energía vital que nos permite seguir haciendo este trabajo de cuestionar y encontrar nuevas formas de pensar y vivir.
Creo que en América del Sur pasamos mucho tiempo sobreviviendo, y me gustaría mucho que también podamos vivir. Para eso, la alegría es fundamental.
Si UNTOLD.ink fuera una constelación de personas y saberes, ¿qué rol te gustaría ocupar?
Ocuparía el rol de puente. Un puente entre Brasil y América Latina. Creo que Brasil, lamentablemente, se aísla mucho del resto del continente. Tal vez por el idioma, o quizás por el tamaño de su territorio y su percepción de superioridad.
Mi sueño es ver una América Latina más unida, y colaborar con esta constelación me haría muy feliz.
