Cartografías del Desvío
Paula Zuccotti, desde el Sur
¿Qué implica imaginar desde los márgenes? Cartografías del Desvío es un formato de entrevistas breves pero significativas, que buscan balancear profundidad crítica con humanidad, desde una mirada situada en el Sur y para el Sur.
En un mundo que pareciera diseñado para invisibilizar lo cotidiano, Paula Zuccotti repara en lo que tocamos, usamos y damos por sentado. Con su método etnográfico —viéndolo todo desde los márgenes— revela cómo los objetos del día a día son huellas de nuestros modos de vida, dignos de ser leídos como mapas del presente y pistas del futuro. Esta entrevista invita a cuestionar no solo qué consumimos, sino qué universos estamos construyendo sin saberlo, y plantea una pregunta esencial: ¿quiénes quedan fuera de los futuros que inconscientemente creamos?
- ¿Qué historias, personas o territorios marcaron tu mirada sobre el futuro?
En mi práctica, la etnografía es una forma de observar el mundo desde la vida diaria. Investigo cómo se vive y cómo se habita, en hogares, rutinas y objetos, porque allí se lee la textura del tiempo y se revelan los futuros que ya estamos cultivando sin darnos cuenta. Cada gesto, cocinar, limpiar, guardar o trabajar, pertenece a una red simbólica más amplia: género, clase, tecnología y memoria. Lo cotidiano contiene lo universal.
Esta mirada tomó forma visual con mi proyecto Every Thing We Touch, que comencé hace diez años, donde fotografío en un solo plano todos los objetos que una persona toca en un día. Allí descubrí que, al ver la impronta física de una vida en 24 horas, emerge una narrativa que supera a la identidad individual: aparece el sistema que la sostiene.
Ese proyecto lo llevé a Lima y la experiencia me marcó profundamente. Junto con Aldo Alfaro, de Yawar, trabajé con la comunidad Shipibo-Konibo de Cantagallo y aprendí desde su labor a comprender el territorio. Allí, fotografié un día en la vida de Elia, madre y artesana, y en sus objetos apareció un presente que no puede quedar fuera de la conversación: un presente urbano y amazónico, ancestral y contemporáneo, frágil y poderoso a la vez. Una tensión profundamente latinoamericana.
Cantagallo es un ahora que exige atención. Un territorio donde la memoria no es pasado: es una fuerza que organiza la vida cotidiana y disputa el porvenir. Mirarlo es mirar lo que está en riesgo y lo que aún puede ser defendido. Observar el presente es un acto de cuidado. Porque el futuro no borra el presente: lo continúa. Lo que imaginamos abre posibilidades; lo que no imaginamos, desaparece. Imaginar el futuro es un acto político.




Paula Zuccotti con su colega Clarisa Martínez en plena producción de Everything We Touch. Cantagallo, Lima - Perú. Fotos por Andrés Kishimoto.

- ¿Cómo entiendes el rol del diseño y la innovación en los países del Sur Global?
Mi manera de pensar el diseño y la innovación está guiada por una sensibilidad formada en el Sur: mirar la complejidad sin miedo, escuchar con profundidad y dejarse afectar. Reconocer que observar también es asumir una posición, y que esa posición tiene consecuencias.
Para mí, innovar es aprender a ver lo invisible: leer lo que no está dicho, lo que se expresa en los usos, en las materialidades y en los gestos. La cultura material revela los cambios reales, los que ocurren en la vida cotidiana y no en los discursos institucionales, y señala aquello que necesita transformarse.
En el Sur Global, el diseño no puede limitarse a imaginar desde afuera. Debe imaginar con y desde quiénes habitan los territorios. No proyectar soluciones importadas, sino co-crear futuros que emerjan de las prácticas, los saberes y las tensiones locales.
Los diseñadores tenemos la responsabilidad de mirar donde nadie mira, de escuchar lo que no suele ser escuchado y de participar en la construcción de futuros que amplíen posibilidades en lugar de reproducir desigualdades. Diseñar es incidir. Es elegir qué mundo alimentamos con nuestra imaginación.
- ¿Hay una pregunta que siempre estás intentando responder con tu trabajo?
Sí. ¿qué futuros estamos ensayando sin darnos cuenta, y quiénes quedan fuera de esos futuros?
Los objetos que usamos cada día, los que casi no registramos, ya contienen señales del mañana. Son tecnofósiles del presente. Observar qué aparece, qué desaparece, qué se vuelve ritual o residuo es una forma de leer hacia dónde estamos siendo empujados como sociedad.
Mi labor no es solo documentar: es interpretar. Escribir etnografía implica decidir qué historias se vuelven visibles y cuáles quedan en sombra. Esa selección es política: define qué mundos consideramos posibles y cuáles dejamos fuera del horizonte.
Trabajo para visibilizar lo que no se dice, lo que vibra en silencio, lo que está a punto de emerger. Para ampliar el campo de lo pensable. Porque lo que no nombramos no existe, y lo que no existe no puede disputar futuro.





Algunas imágenes del proyecto Everything we Touch, de Paula Zuccotti. De izquierda a derecha: Arki (8 años) Australia; Claire (34) directora de cine, USA; David (23) cowboy de Arizona, USA; Cazador indígena en Taiwán; Nini(28) artista en Shanghai, China.
- ¿Cuál crees que es el mayor malentendido de la humanidad?
El mayor malentendido es creer que estamos separados: separados de la materia, del territorio, de los otros y de nuestra memoria común. Esa ficción de separación nos impide ver la interdependencia que hace posible la vida y empobrece nuestra capacidad de imaginar futuros distintos.
Wade Davis lo explica al hablar de la etnósfera: la totalidad de las culturas humanas, sus lenguas, mitos, cosmologías, rituales y modos de entender lo real. Si la biosfera es la diversidad biológica, la etnosfera es la diversidad cultural y espiritual de la humanidad.
Cuando una lengua o un saber desaparece, no pierde solo la comunidad que lo portaba: perdemos todos. Lo que se extingue no son palabras, sino una lógica, una manera única de concebir, sentir y cuidar el mundo. La homogeneización cultural erosiona nuestra capacidad colectiva de imaginar futuros múltiples. La pérdida cultural es una pérdida ecológica del pensamiento.
Elia de Cantagallo, como tantas personas y comunidades, encarna un fragmento amenazado de esa etnosfera. Si su lengua o su saber se debilitan, no desaparece solo una voz: se empobrece el mundo entero. Ese es, para mí, el malentendido más profundo: creer que lo que se pierde allá no nos afecta acá. Pero somos parte del mismo tejido. Cuando una cosmovisión se apaga, el futuro se reduce para todos.
- ¿Y la mayor conspiración?
La mayor conspiración es hacernos creer que solo existe un futuro. Esa narrativa lineal, homogénea y tecnocrática empobrece la complejidad del mundo y disciplina nuestra imaginación.
Pero el futuro no es único: es un territorio en disputa. No es una línea, es una superposición de capas, de ritmos, de mundos que coexisten. No borra el presente: lo prolonga.
Lo que no imaginamos desaparece. Por eso la imaginación no es un lujo, es una herramienta política. Es el espacio donde se decide qué mundos pueden existir y cuáles quedan afuera.
- ¿Qué conversaciones aún faltan en las mesas donde se toman decisiones?
Faltan las conversaciones que nacen en la vida cotidiana: en los hogares, los barrios, las escuelas y las calles. Faltan las voces de quienes sostienen el mundo todos los días, cocinando, cuidando, limpiando, organizando e inventando soluciones donde el sistema no llega.
Falta incorporar la observación de lo cotidiano como herramienta política. Los objetos revelan desigualdades, memorias y tensiones con una honestidad que ningún informe captura.
Y falta entender que la etnosfera, la diversidad cultural y espiritual de la humanidad, es tan frágil como la biosfera. Sin ella, no solo perdemos identidades: perdemos futuros posibles.
- ¿Cómo puede la práctica de tu profesión incomodar las estructuras de poder actuales?
La etnografía incomoda porque revela. Muestra sistemas enteros a partir de detalles cotidianos. Cuando dispongo todos los objetos que alguien usó en un día, no aparece solo esa persona: aparece el sistema que organiza su vida, sus posibilidades y sus límites.
Documentar es interpretar, y toda interpretación ejerce poder. Configura qué mundos se vuelven visibles y cuáles quedan fuera.
Incomoda porque hace visible lo que estaba destinado a permanecer oculto: las dependencias materiales, los patrones de género, las precariedades normalizadas, las tensiones que sostienen la vida y las ficciones que sostienen al consumo.La etnografía incomoda porque señala dónde duele, dónde falta, dónde se sostiene y dónde se rompe, y porque, al hacer visible lo invisible, desestabiliza lo que se creía incuestionable.
- ¿Qué riesgos estás dispuesta a tomar hoy en tu trabajo?
El riesgo de sostener la complejidad cuando el mundo pide simplificación. El riesgo de trabajar desde el cuerpo, la intuición y la escucha profunda en un sistema que privilegia métricas y no percepciones.
También el riesgo de unir lo que otros prefieren mantener separado: arte e investigación, memoria y futuro, poesía y política. Y el riesgo de insistir en otras formas de ver, el riesgo de imaginar mundos que aún no tienen permiso para existir.

- Un libro que te hizo cambiar de opinión
Más que un libro, me gustaría citar a pensadores latinoamericanos que nos ayudan a imaginar el futuro desde el Sur Global. Sus ideas ofrecen marcos que desplazan la mirada y nos recuerdan que el futuro no es un destino, sino una construcción situada.
Arturo Escobar nos abre la puerta del pluriverso, la posibilidad de reconocer muchos mundos coexistiendo, cada uno con su propia lógica y su propio modo de existir. Silvia Rivera Cusicanqui propone lo ch’ixi, esa convivencia tensa que no busca fusionarse ni anularse, una manera de habitar la contradicción sin borrar sus bordes. Néstor García Canclini piensa la hibridez como el espacio donde se entrecruzan prácticas, saberes y temporalidades, una recombinación que permite a las culturas latinoamericanas reconfigurarse y disputar sentido en contextos cambiantes.
Leídas en conjunto, estas perspectivas revelan algo esencial: la pérdida de lenguas, saberes y cosmologías, la erosión de la etnosfera, no es solo un daño cultural, sino un empobrecimiento del futuro. Menos diversidad implica menos capacidad de imaginar alternativas, de sostener mundos distintos.
Proteger una cultura no es congelarla. Es permitir que su imaginación siga actuando en el presente. Esa es, para mí, una de las claves más profundas del trabajo hacia el futuro.
- Una idea que estás dejando atrás
Durante años creí que debía ser objetiva. Hoy elijo ser subjetiva. Quiero documentar la realidad y, al mismo tiempo, construir narrativa; dejar que mis observaciones me transformen y narrar desde esa transformación. Escuchar lo que no está dicho. Hacer visible lo que insiste en silencio.
También estoy dejando atrás la idea de que debía elegir un solo lenguaje. Durante mucho tiempo separé lo sensible de lo analítico, lo poético de lo metodológico, lo latinoamericano de lo internacional. Hoy entiendo que mi fuerza está en la mezcla: en habitar todas esas capas a la vez sin pedir permiso para combinarlas.
- Una frase que te acompaña cuando todo tiembla
“Imaginar es percibir lo que todavía no existe, pero ya está vibrando en la posibilidad.”
Me recuerda que la imaginación es una forma de cuidado, una manera de sostener el mundo incluso cuando parece desarmarse.
Pensar con memoria para interpelar la imaginación; dejar que el cuerpo sienta y metabolice para comprender; permitir que esa vibración interna se convierta en forma, en gesto y en dirección.
- ¿Qué pregunta no te hicimos y te hubiera gustado responder?
Me hubiera gustado que me pregunten: ¿cómo se cultiva un futuro?
Porque el futuro no se proyecta desde afuera: se cultiva desde adentro, en los hábitos, los objetos, las relaciones y el tiempo que dedicamos a lo que realmente importa. El futuro ya está germinando en los gestos que repetimos cada día.
Los grandes cambios nacen de lo mínimo: de cómo usamos el tiempo, cómo tratamos la materia, cómo nos cuidamos entre nosotros y con el planeta. Allí se encienden las posibilidades.
Cuando detectamos esas señales en el presente y las hacemos visibles, podemos incidir en ellas: acompañar aquello que quiere nacer o interrumpir lo que no debería continuar.Cultivar un futuro es un acto de atención. Es decidir qué mundo alimentamos con cada gesto.
- Si UNTOLD.ink fuera una constelación de personas y saberes, ¿qué rol te gustaría ocupar?
Si UNTOLD.ink fuera una constelación, me gustaría ocupar el rol de enlace entre mundos. La figura que conecta disciplinas, territorios y sensibilidades para abrir nuevas formas de pensar y crear, activar conversaciones, visibilizar lo que pasa desapercibido y ampliar el campo de lo pensable.

Sobre Paula
La argentina Paula Zuccotti es etnógrafa, estratega, artista visual y autora que trabaja en la intersección entre la antropología, el diseño y los estudios de futuros, con experiencia en cultura material, comportamiento humano y consumo global. Es Diseñadora Industrial por la UBA (Universidad de Buenos Aires) y Magíster en Diseño, Estrategia e Innovación por Brunel University (Reino Unido). Como consultora, desde su estudio en Londres lidera proyectos globales de investigación para marcas como Loewe, Google, Decathlon, Hyundai e IKEA. Como artista, sus proyectos independientes revelan las historias invisibles de la vida cotidiana a través de los objetos que tocamos, cargamos, vestimos y usamos. Este enfoque comenzó con su libro Every Thing We Touch: A 24-Hour Inventory of Our Lives (Penguin, 2015), y continuó con el archivo global Lockdown Essentials durante la pandemia y el cortometraje Future Archaeology. En 2023 fue co-curadora de la exposición Del Cielo a Casa: una mirada etnográfica de la cultura material argentina en el Museo MALBA. Su obra ha sido expuesta y publicada internacionalmente, es conferencista y docente en el Imperial College London y el Royal College of Art.
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