Salud mental en el trabajo: deudas pendientes

Salud mental en el trabajo: deudas pendientes

Por Álex Hernández

La película "Harta" (Straw) escrita, dirigida y protagonizada por Tyler Perry, que se estrenó en Netflix en el 2025, nos sumerge en la vida de Janiyah Wiltkinson, una madre soltera que tiene que lidiar con la crianza de su hija enferma en un sistema económico roto. La vemos sortear obstáculo tras obstáculo, como una carrera, tomando decisiones imposibles para intentar darle lo mejor a su hija. Pero fracasa constantemente, el sistema le impide acceder a los servicios básicos que brindan  seguridad alimentaria o salud a su familia. 

Lo que vemos en Harta es una denuncia silenciosa: cuando las estructuras fallan, las personas se quiebran. La salud mental, entonces, no es un asunto individual: es una consecuencia clara de modelos y estilos de vida que anteponen la productividad al bienestar. El famoso “vivir para trabajar” en vez de trabajar para vivir.

La salud mental deteriorada es una cuestión estructural

El cansancio de Janiyah, su desesperación y sus silencios son sensaciones con las que miles de trabajadoras y trabajadores se pueden sentir identificados. Esta película es un ejemplo de cómo nuestra salud mental y proyecto de vida se ven profundamente afectados por el sistema en el que vivimos, en el que no solo nuestra condición económica, sino nuestra intrincada confluencia de identidades nos pone en un lugar del que muy pocas veces podemos salir.

En este contexto, la salud mental laboral deja de ser un asunto “personal” para volverse un asunto colectivo: ¿Qué condiciones generan ese agotamiento colectivo? ¿Quiénes son más vulnerables? Desde estas preguntas, urge examinar los principales factores que afectan la salud mental en los espacios laborales y trazar nuevas formas de inclusión, cuidado y justicia emocional.

Vivimos en una cultura laboral que romantiza la hiperproductividad, la competitividad y la precariedad de los empleos, y que elige como sus mártires a quienes tienen 2 o 3 trabajos para cubrir lo básico, a menores de edad que ayudan económicamente en casa o a quienes glorifican el sacrificio. Esto sumado a los trends de productividad que vemos en redes sociales, donde las personas deben levantarse a las 4 de la mañana para poder no solo cumplir con sus obligaciones laborales, sino subirse a la moda de la vida saludable, el ejercicio, el “prepara tu propia comida” y tener vida social. Todo esto sin cuestionar el principal problema: vivimos en un mundo en el que el trabajo es el centro de nuestra vida y debemos esforzarnos extra para poder incluir el bienestar, el descanso y la salud dentro de nuestra rutina.

La suma de estos factores causa burnout o estrés crónico, debido al exceso laboral, la ausencia de límites con el trabajo y la precariedad en la que están sumidas algunas (muchas) personas. Por ejemplo, en España, ha incrementado el ausentismo laboral por motivo de salud mental y dolores, como migrañas o dolores lumbares.

Imagen cortesía de Claudia Calderón - Ojo Público.

Estrés de minorías o “la gota que rebalsa el vaso”

Sin embargo, en Harta, la protagonista no sólo debe navegar este sistema corrupto, roto e inhumano, sino que debe hacerlo siendo una mujer afroamericana. Este factor de su identidad le significa un contexto adverso, miradas de incredulidad, maltrato, racismo. En vez de un techo de cristal, Janiyah tiene un techo de hierro.

Aquello que compone nuestra identidad, es muchas veces no elegido, como el territorio, la identidad de género, la raza, la etnia, si se vive o no en la capital del país de residencia, si somos migrantes, las condiciones del neurodesarrollo, etc., son aspectos que permean nuestra experiencia con barreras, generando aún más estrés, destinándonos al agotamiento y desesperanza. 

A esto se le llama Estrés de Minorías, un constructo que ha permitido entender por qué las minorías raciales, sexuales, las personas con discapacidad y otros grupos como las mujeres, acumulan mayor estrés y presentan mayores índices de problemas de salud mental que quienes conforman las hegemonías.

Las personas LGBTIQ+, las personas racializadas o con discapacidad, entre otras, son más vulnerables a situaciones como acoso, discriminación, exclusión laboral o académica. No corren únicamente una carrera con obstáculos, sino que la carrera es cuesta arriba.

Imagen cortesía de Therapyhub.eu

Salud mental con enfoque comunitario

La transformación estructural no pasa por implementar políticas de diversidad, equidad e inclusión, o de salud mental en papel. En este panorama político vemos que por más que se ha trabajado mucho por aplicar este tipo de normas, ha habido retrocesos escandalosos en la valorización de los enfoques de diversidad y bienestar, porque en la mayoría de los casos han sido solo nominales y no transformadores. Es decir, se subieron al trend de la inclusión, pero sin cuestionar las estructuras que lo subyacen.

¿Qué podemos hacer? Está más que demostrado que las personas trabajamos mejor cuando estamos más felices. Sin embargo, el bienestar en el trabajo no es uniforme, sino que requiere la consideración de las particularidades de cada trabajador, teniendo en cuenta sus condiciones individuales.

Por ejemplo, en el caso de las personas con diversidad funcional (física o cognitiva) es importante realizar adaptaciones según la variedad de discapacidad –las discapacidades visibles y las invisibles- de tal manera que puedan alcanzar su potencial sin necesidad de hacer el doble de esfuerzo que sus pares sin discapacidad.

Esto puede traducirse en horarios flexibles, trabajo remoto, comunicación clara y detallada, espacios físicos con adaptaciones físicas o sensoriales, con el fin de que todas las personas puedan sentirse cómodas.

Otro ejemplo es el caso de las personas LGBTIQ+, quienes tienen orientaciones sexuales, identidades y expresiones de género no normativas. Debido a los prejuicios, estigma y violencia que sufren, son muchas veces excluidas de oportunidades laborales y educativas, por lo que es necesario implementar políticas afirmativas, como el uso de su nombre social y pronombres con las que se sientan identificadas, lo que ha demostrado reducir considerablemente la depresión e ideación suicida, especialmente en jóvenes. En muchos países aún no se reconoce estas identidades por ley, por lo que las organizaciones y el sector privado pueden promover estas iniciativas con políticas internas para asegurar la inclusión de estos grupos. Esto sumado a la sensibilización del personal, para prevenir y atender cualquier caso de discriminación.

Muchas de estas modificaciones y adaptaciones no son difíciles de implementar, pero sí demandan voluntad y convicción. Nos urge transformar la cultura laboral hacia una más humana, donde se valore la diversidad más allá del papel, considerándolo un pilar institucional.

Desarrollo sostenible también es entornos laborales saludables. Es un derecho.


Foto de portada cortesía de Graehawk - Pexels

Referencias:

Sobre Álex

Álex es Psicóloga e Investigadora en temas de diversidad sexual, violencia basada en género y salud mental. Ha trabajado en el sector público y privado, liderando estudios sobre violencia, salud mental y migración de personas LGBTIQ+. Además, tiene experiencia fortaleciendo capacidades de activistas y profesionales de salud en enfoque afirmativo, género y derechos humanos. Es autora del libro “República de Invisibles: Políticas, ciudadanía y activismos LGBTIQ”, publicado en el 2022, en el marco del Bicentenario del Perú. Actualmente se desempeña como Directora de Proyectos de la organización Más Igualdad Perú, donde lidera un equipo de profesionales y activistas a cargo de la creación y ejecución de diversos proyectos para la promoción y defensa de los derechos de las personas LGBTIQ+.

Visita la web de Más Igualdad