I Wanna Be Soil

I Wanna Be Soil

Por Toban Shadlyn

Quiero ser tierra[1]

Barcelona está encajada entre dos ríos, el Besòs al noreste y el Llobregat al suroeste. Para la mayoría de los residentes, estos significan bordes, zonas donde las líneas del metro se adelgazan, donde el grafiti se espesa, donde la ciudad da paso a parques industriales. Y sin embargo, estos ríos, junto con los embalses montañosos, los acuíferos subterráneos y las plantas desalinizadoras costeras, son de donde Barcelona obtiene su agua. En otras palabras, nuestra línea de vida.
Mapa de Barcelona circa 2010 del Museu d’Història de Barcelona y el Ajuntament de Barcelona. Las dos líneas oscuras en los bordes representan los ríos; la franja oscura en la parte inferior, la costa marítima

Los sistemas modernos de agua están diseñados para ser invisibles. Las tuberías zumban silenciosamente bajo las calles. Las plantas de tratamiento se ubican en la periferia urbana. Se nos enseña a abrir grifos, no a rastrear ríos. Esta invisibilidad alimenta una condición más amplia: la desconexión. Una fractura cultural y cognitiva que a menudo se describe como la “historia de la separación”, donde se imagina a los seres humanos como distintos de, y dominantes sobre, el mundo natural.

Pero esta historia está caduca. Como describe Vanessa Machado de Oliveira en su libro Hospicing Modernity:

“Estamos viviendo de historias que ya expiraron o están expirando. Historias que ya no pueden bailar contigo. Están letárgicas o atascadas, ya no pueden mover cosas de manera generativa, pero a menudo sentimos que no podemos soltarlas. Muchas de estas historias caducadas nos dan un sentido de seguridad, propósito y dirección, precisamente porque parecen estables y sólidas. Así, nos apegamos a ellas y nos acostumbramos a su peso en nuestras vidas. Si notamos que están muriendo, nos negamos a aceptarlo y las mantenemos con soporte vital porque tememos el vacío que dejarán cuando ya no estén.”

En otras palabras, estamos en los límites de una historia vencida: la historia de la separación.

Vanessa sugiere que uno de los primeros pasos más importantes es reconocer, dolerse y —como propone su título— acompañar el fin de estas historias. Es un trabajo que solemos evitar y que, incluso cuando lo intentamos, puede ser profundamente incómodo. Afortunadamente, su libro ofrece prácticas y ejercicios para atravesar este proceso, ayudándonos a sentarnos con los finales antes de apresurarnos hacia nuevos comienzos. Pero eventualmente, nuevas historias deben echar raíces y reemplazar a las antiguas. Y una forma de empezar a moldearlas es a través de preguntas.

El fallecido Peter Berg, una voz clave del movimiento bioregionalista de los años 70, instaba a las personas a “re-habitar” sus lugares. A menudo comenzaba sus talleres con una pregunta engañosamente simple: “¿De dónde viene tu agua y a dónde va?”.

La primera vez que me lo pregunté, y luego se lo pregunté a mis estudiantes de diseño en Barcelona, la mayoría no pudimos responder sin investigarlo. Pero al hacerlo, comenzamos a ver la ciudad de otra manera. No fue solo infraestructura lo que descubrimos. Reveló distintas formas de desconexión: física, cognitiva, corporal y emocional. Preguntarte de dónde viene tu agua es comenzar a desarrollar intimidad con un lugar.

Una Separación Física

Los mapas que heredamos de ciudades, países y continentes a menudo están trazados con líneas rectas y bordes duros, reforzando esta ilusión de separación. Las fronteras separan España de Francia, una nación de su vecina. Estas divisiones parecen naturales solo porque nos han enseñado a tratarlas de esa forma. Pero las realidades ecológicas no respetan las convenciones cartográficas. Los ríos, los incendios forestales y las pandemias fluyen libremente a través de estas fronteras creadas por humanos.

Esta cartografía rígida y colonial contrasta fuertemente con formas más antiguas y fluidas de entender el territorio. Para muchas comunidades indígenas, la geografía no era una cuadrícula sino un ritmo vivo y palpitante. En las Grandes Llanuras, los Lakota organizaban su vida en torno a migraciones estacionales. En el Ártico, los Inuit estructuraban su gobernanza según los ciclos de congelación y deshielo y el regreso de la fauna. Los territorios se expandían y contraían con los patrones del viento, el agua y la vida animal. Sus mapas no eran documentos de posesión, sino calendarios de abundancia ecológica (Graeber y Wengrow, 2021).[2]

Proyectos como Native-Land.ca[3] ofrecen una ventana a estas geografías más fluidas, delineadas por cuencas, montañas y lazos de parentesco en lugar de por la conquista. Nos recuerdan que mucho antes de los Estados-nación y los códigos urbanísticos, las personas vivían de acuerdo con los contornos de la tierra y el agua.

El proyecto Native-land.ca mapea numerosas comunidades indígenas a lo largo y ancho de Norte América. La tierra y sus aguas no pueden ser reducidas a fronteras y líneas, es por eso que las formas en el mapa aparecen translúccidas y en capas

Hoy en día, un movimiento en crecimiento está reviviendo esta sensibilidad bajo la bandera del bioregionalismo. En su esencia, una bioregión no se define por líneas impuestas por imperios, sino por características naturales: cuencas hidrográficas, sistemas de suelo, clima, flora y fauna, y las culturas que viven en relación con ellas. Es una forma de pensar y organizar la sociedad con la tierra, no contra ella[4].

Una separación cognitiva

Solo basta mirar el Río Colorado para entender lo que sucede cuando se rompe esa intimidad.

Lo que antes fluía libremente desde las Montañas Rocosas hasta el Golfo de California, ahora está represado, desviado, sometido a litigios y disputas. El Pacto del Río Colorado de 1922, un documento fundacional en la legislación hídrica de Estados Unidos, dividió el río entre los estados y prácticamente dejó fuera a México. El agua fue tratada como una propiedad, una mercancía que podía asignarse y poseerse. Hoy, lo que alguna vez fue un corredor ecológico vibrante se ha convertido en un símbolo del apartheid ambiental.

El río Colorado. Foto por Carol M. Highsmith, 1946. Fuente: Flickr Librería del Congreso. División de Impresiones y Fotografías, Washington, D.C. 20540, EE.UU.
Mapa del río Colorado recorriendo siete estados estadounidenses. Re-impreso por el New York Times (2023), usando data de la Federación de Reckamaciones de EE.UU., Departmento de Recursos Acuíferos de Arizona y California.

Y sin embargo, existía una visión alternativa. John Wesley Powell, el explorador que lideró la primera expedición del gobierno de EE.UU. por el río Colorado en 1869, argumentaba que el Oeste debía organizarse según cuencas hidrográficas, no mediante líneas arbitrarias. Su mapa de 1890 de la “Región Árida de los Estados Unidos” no se basaba en condados ni en territorios, sino en la hidrología. Señaló que una línea de cresta montañosa determina si una gota de lluvia fluye hacia el Atlántico o el Pacífico. Hacía un llamado a una forma de gobernanza sintonizada con las realidades ecológicas. Sus ideas anticiparon lo que los bioregionalistas y los pueblos indígenas han sabido desde hace mucho: el agua da forma a la vida. Presentó esta propuesta ante el Senado en 1890, pero sus consejos fueron ignorados en favor del desarrollo extractivo y la expansión de colonos. Un siglo después, el sistema se está fracturando — ecológica, legal y éticamente[5].
Imagen izquierda: Mapa de la “Región Árida” según lo cartografió John Wesley Powell.Fuente: Undécimo informe anual del Director del Servicio Geológico de los Estados Unidos, Parte 2 – Irrigación: Informe Anual 11, 1889-1890, p. 18.Imagen derecha: Mapa del oeste de los Estados Unidos en 1910.Fuente: Ralph S. Tarr, B.S., F.G.S.A. y Frank M. McMurry, Ph.D., New Geographies, 2.ª ed. (Nueva York, NY: The Macmillan Company, 1910), p. 26.

Las tradiciones legales occidentales dominantes, como el common law, determinan quién tiene acceso a un territorio y bajo qué condiciones. “Propiedad”, “posesión”, “derecho de paso”, “título de propiedad” — todas son ficciones creadas por los seres humanos que definen cómo nos relacionamos con la tierra y el agua.

A través de estas tradiciones, los humanos han otorgado personalidad jurídica a las corporaciones, mientras que los ecosistemas han sido reducidos a simples recursos. Existen pocas protecciones legales que representen los intereses del ecosistema como algo distinto a los seres humanos. Como lo expresa el abogado de derechos ambientales Thomas Linzey: “hubo personas que descubrieron tierras que no les pertenecían, trazaron líneas sobre ellas y luego dijeron: ‘Esto es tuyo’. Y no hay nada más antitético a las biorregiones o a la protección ambiental que ver la tierra como algo ya desarrollado o por desarrollar en el futuro, sin verla como una entidad separada o independiente con sus propias necesidades… Vivimos en una época en la que hacemos muchas locuras.”[6]

Uno de los cambios fundamentales que deben ocurrir es pasar de la noción de propiedad a la de relación. ¿Cómo podemos “despropietar” la naturaleza?

Los pueblos indígenas han vivido en relación con el mundo natural desde tiempos inmemoriales. En todo el mundo, están surgiendo esfuerzos para reimaginar el derecho y la gobernanza. Inspirados en gran medida por los principios de la descolonización, estos esfuerzos van desde innovaciones legales radicales hasta poderosos modelos de gestión impulsados por las comunidades.

Una ola de leyes sobre los “Derechos de la Naturaleza” está desafiando el statu quo basado en la propiedad. Las selvas tropicales de Ecuador han recibido protección constitucional contra la minería (Warner, 2024). En Nueva Zelanda, el bosque de Te Urewera (Middleton, 2024) y el río Whanganui (Gorvett, 2020) han sido reconocidos como seres vivos con personalidad jurídica. Ríos en Colombia y Canadá ahora tienen derechos legales para fluir, estar libres de contaminación y ser representados ante tribunales (Municipalité régionale de comté de Minganie, 2021; Ktunaxa Nation v. British Columbia, 2017).

Un ejemplo notable: en 2021, el Consejo Innu de Ekuanitshit y la Municipalidad Regional del Condado de Minganie (Minganie RCM) reconocieron la personalidad jurídica de Muteshekau Shipu (también conocido como el río Magpie). Muteshekau Shipu es un río que serpentea por el norte de Quebec, Canadá. Guardianes designados por los Innu de Ekuanitshit y el gobierno local ahora hablan en nombre del río. Pero para los Innu, esto no fue una idea nueva, sino una verdad sagrada hecha legible para las instituciones coloniales. En este caso, los derechos legales respaldan tanto la soberanía como la conservación.[7]

Rita Mestokosho, activista, poeta y educadora Innu, entonando un canto de sanación para el Mutehekau Shipu (río Magpie). Extraído de "I am Mutehekau Shipu: A river’s journey to personhood in eastern Quebec", por S. Nerberg, 2022, Canadian Geographic. Copyright 2022 por Canadian Geographic.

Sin embargo, estas declaraciones legales no están exentas de complicaciones. En Colombia, después de que la Amazonía recibió derechos legales a raíz de una demanda liderada por jóvenes, agricultores de subsistencia fueron desalojados en nombre de la protección ambiental. Lo que comenzó como un gesto hacia la justicia se convirtió en un acto de desposesión (Jain, 2023). Michel Serres advirtió sobre esto en su libro El contrato natural: los sistemas legales modernos están construidos para los humanos, no para la Tierra. Sin una transformación de la imaginación legal misma, corremos el riesgo de absorber la naturaleza dentro de categorías humanas de control.

El desafío más amplio no es solo legal, sino epistémico. El filósofo David Abram acuñó la frase mundo más-que-humano para describir la red de vida más allá del dominio humano: ríos, hongos, clima, piedra. Es una invitación a descentralizarnos y preguntarnos: ¿cómo protegemos aquello de lo que no estamos separados?

En todo el mundo, modelos de gestión compartida ofrecen alternativas. En el sur de Italia, el proyecto Derechos a las Semillas, Derechos de las Semillas (Rights to Seeds, Rights of Seed) reúne a agricultores, diseñadores y científicos para preservar variedades ancestrales de semillas resistentes a la sequía. “Aunque las semillas son valiosas—contienen historia, memoria genética y biodiversidad—cultivarlas y conservarlas es una tarea difícil”, dice el agricultor Marco Reho, miembro del colectivo. La agricultura industrial incentiva a los agricultores a comprar semillas patentadas, lo que erosiona tanto la biodiversidad como el conocimiento. Para contrarrestar esto, el proyecto utiliza el museo como herramienta legal y cultural: tratando a las semillas como parte de una “colección viva”, abogan por reformas legales que permitan que las semillas adaptadas por agricultores puedan conservarse, compartirse y cultivarse.

Vivero de Sequía de SeminAzioni en Lecce, Puglia. De Seeds of Change: Reviving ancient wisdom to address the climate crisis (Semillas del Cambio: Reviviendo la sabiduría ancestral para enfrentar la crisis climática). Copyright 2025 por el Royal College of Art.

Instalación Rights to Seeds, Rights of Seeds en el Museo delle Civiltà en Roma. De Seeds of Change: Reviving ancient wisdom to address the climate crisis (Semillas del Cambio: Reviviendo la sabiduría ancestral para enfrentar la crisis climática). Copyright 2025 por el Royal College of Art.

En contextos urbanos, plataformas de cuidado de árboles como TreeMap de Nueva York o Giess den Kiez en Berlín involucran a residentes en el cuidado de los árboles callejeros, invitándoles a monitorear, regar y proteger la infraestructura viva de sus ciudades. Y en el sur de Inglaterra, una carta fluvial está en vigor desde 2019, reflejando la visión colectiva de más de 1,250 participantes que desean asegurar que el río Dart permanezca “apto para pescar, beber, nadar, remar y ser sostenible” para las generaciones futuras. Más que un simple documento, el Bioregional Learning Centre que apoya esta iniciativa ve la carta como el primer paso de un proceso de tres partes hacia una gestión ciudadana de los recursos comunes: (1) establecer la carta, (2) nombrar guardianes del río para su cuidado, y (3) formar un consejo del río para abordar problemáticas emergentes.

Captura de pantalla de la plataforma Giess den Kiez, resaltando la información sobre un árbol específico (marcado en azul) en el barrio de Kreuzberg en Berlín.

Estos modelos no se tratan de gestionar la naturaleza, sino de colaborar con ella. Estas transiciones y cambios de paradigma son difíciles no porque no los hayamos reflexionado lo suficiente, sino porque exceden los marcos que hemos heredado. Joanna Macy, activista ambiental y académica, llama a este momento “la Gran Transición” (The Great Turning): un giro desde sistemas industriales extractivos hacia culturas que sostienen la vida. Culturas enraizadas no en la dominación, sino en la relación.

Una Separación Corporizada

Nuestras herramientas para conocer la naturaleza se están afinando. Ahora podemos decodificar los dialectos de los cachalotes (Savage, 2024). Proyectos como Curiosoil, en Europa, buscan aumentar la “alfabetización del suelo”, una de sus estrategias consiste en grabar los sonidos del suelo, también conocidos como bioacústica. Estos esfuerzos profundizan nuestra comprensión intelectual de especies no humanas. Pero el conocimiento no sólo está creciendo en los laboratorios; también está echando raíces en el arte, la educación y la cultura.

En el norte del estado de Nueva York, la artista y educadora Lize Mogel ofrece una forma alternativa de conocer. Su proyecto Walking the Watershed invita a las personas a encarnar la infraestructura que lleva el agua a la ciudad de Nueva York. En una de sus actividades, Performing Infrastructure, las personas asumen los roles de embalses, acueductos, tuberías, árboles y grifos. Se mueven y suenan como el agua: goteando, borboteando, fluyendo. Es lúdico y transformador. Te conviertes en el sistema. Sientes sus conexiones, su fragilidad, su dependencia de que cada parte se mueva en concierto. No es una lección. Es una sensación.

Derecha: Participantes del taller Performing Infrastructure (Interpretando la Infraestructura); Izquierda: Elementos de la cuenca hidrográfica de la ciudad de Nueva York en la instalación de la galería Onsite, 2018.

Estudiantes del Máster en Diseño Estratégico de la Escuela de Diseño e Ingeniería Elisava en Barcelona crearon una exposición pública que invita a los visitantes a reflexionar sobre su relación con el agua, utilizando postales y conversaciones por SMS como medio de expresión.

Ese mismo espíritu está emergiendo en la música. Cosmo Sheldrake, un multiinstrumentista, productor, compositor, improvisador en vivo y grabador de campo con sede en el Reino Unido… sí, leíste bien: “grabador de campo”, crea lo que algunos llaman “colaboraciones interespecie”. Teje los cantos de aves en peligro de extinción, los pulsos bioeléctricos de los hongos y el murmullo de los ríos locales para crear una experiencia verdaderamente polifónica. Imagina estar en un local tenuemente iluminado con amigos, dejándote llevar por una música que mezcla el folclore con la ciencia —una canción sobre el musgo, otra sobre convertirse en tierra— y salir de ahí con un conocimiento nuevo alojado no solo en tu mente, sino también en tu cuerpo.

Cosmo Sheldrake - The Moss

Legend has it that
the moss grows on
The north side of the trees
Well, legend has it
when the rains come down
All the worms come up to breathe
Well, legend has it when the sunbeams come
All the plants, they eat them with their leaves
Well, legend has it that the world spins round
On an axis of twenty-three degrees

Cosmo Sheldrake - Soil ft. Nature

I wanna go downwards
I wanna be ground
I wanna be fed on
I wanna break down

I wanna be all gone
I wanna be food
I wanna be walked on
I wanna be soil

I wanna be soil
I wanna be sound
I wanna hold secrets
That will never be found

I wanna be soil
Live upside down
But it will never get lonely
With everyone round

En cierto modo, los conciertos de Sheldrake ya insinúan un nuevo tipo de presentación, una en la que la naturaleza no es solo un tema, sino una coprotagonista. Me imagino que es solo cuestión de tiempo antes de que veamos un musical de Broadway en Nueva York al estilo de Hamilton, pero en lugar de hacer hip hop sobre las conquistas de hombres blancos europeos y estadounidenses interpretadas por un elenco de personas racializadas, tendremos un canto psicodélico contado desde la perspectiva de hongos, plantas y ballenas.

Si queremos reconectarnos con la naturaleza, debemos hacer más que estudiarla. Tenemos que sentirla, cantarla y bailarla.

La historia de la reconexión

Una forma de reconectar podría ser empezar con preguntas. Como aquella que planteaba Peter Berg: ¿de dónde viene tu agua y adónde va? Invitándonos a trazar el río en un mapa, caminar por sus orillas y pararnos en sus desembocaduras. Tal vez se trata de escuchar con otro tipo de atención y perspectiva, como sugiere Cosmo Sheldrake en Does The Swallow Dream of Flying:

Cosmo Sheldrake - Does the Swallow Dream of Flying

Does the swallow dream of flying
As it sleeps on the wing
Does it long for the summer
As it flies home for spring

Does daisy feel a sadness
At the last rays of sun
Does the wind feel a gladness
At the work that it’s done

Does the river ever wonder
What will come 'round the bend?
As it twists and meanders
Down its slow descent

Toban Shadlyn,
Escrito desde Barcelona, encajada entre las cuencas hidrográficas de los ríos Besòs y Llobregat, el mar Mediterráneo y la sierra de Collserola.

Foto de portada: Mapa de Barcelona (2010) cortesía del Museu d’Història de Barcelona y del Ayuntamiento de Barcelona. Las dos líneas negras movedizas en los bordes, simbolizan los ríos y el fondo del litoral.


  1. Title inspired by Cosmo Sheldrake's song “Soil ft. Nature” ↩︎

  2. In Graeber and Wengrow’s book “The Dawn of Everything: A New History of Humanity”, they challenge the dominant story of deep history, one that flows neatly from hunter gatherers to industrial revolution. Highlighting new archaeological evidence over the past few decades they suggest tells a different story. Instead, they portray prehistory as an era of rich social diversity, where communities ranged from nomadic bands to large, sometimes seasonal cities, and people shifted their social roles and structures throughout the year. ↩︎

  3. Native Land Digital is an Indigenous-led not-for-profit organization based in Canada. The platform maps Indigenous territories, supported by Indigenous and non-indigenous advisors, academics and experts in mapping, GIS, Indigenous governance, and community engagement. ↩︎

  4. For more on bioregionalism, listen to the podcast episode “Reconnecting to Place for Planetary Health” on the Great Simplification hosted by Nate Hagens in conversation with Daniel Christian Wahl. ↩︎

  5. To learn more about the history of the Colorado River, watch the PBS docuseries. What happened to the once lush, now desert-like Colorado River Delta? (Season 2, Episode 5) [Video]. PBS. 2024. ↩︎

  6. From the podcast Frontiers of Commoning, hosted by David Bollier, in conversation with Thomas Linzey, July 1, 2023. https://www.bollier.org/files/misc-file-upload/files/Thomas_Linzey_transcript_Episode_40.pdf ↩︎

  7. Although the Magpie River sets a promising precedent, it does not signal that all developments in Canada follow this path. For example, in Ktunaxa Nation v. British Columbia (2017), the Supreme Court allowed ski resort development on sacred land despite Indigenous opposition. ↩︎

Bibliografía

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Sobre Toban

Toban Shadlyn es diseñadora estratégica y educadora. Su trabajo explora el rol del diseño en la navegación de la complejidad, la habilitación de transiciones sistémicas y la promoción de la colaboración intersectorial. Durante la última década, ha liderado iniciativas a gran escala en salud, educación, políticas públicas y cambio climático, colaborando con gobiernos, fundaciones filantrópicas y organizaciones comunitarias. Actualmente dirige su propio estudio y es directora del Máster en Diseño Estratégico en Complejidad en la Escuela de Diseño e Ingeniería ELISAVA, en Barcelona. Formada originalmente como arquitecta de interiores, su práctica de diseño evolucionó hacia el abordaje de desafíos sistémicos que impulsan el cambio social. Anteriormente fue miembro fundadora del Center for Complexity en la Rhode Island School of Design y socia en Field States, un estudio de diseño estratégico enfocado en el valor cívico y la transformación territorial. Como educadora, Toban ha sido profesora en la Rhode Island School of Design y la Universidad de Míchigan, y sigue participando como conferencista invitada y crítica en instituciones como el Royal College of Art en Londres y el Istituto Europeo di Design en Barcelona. Su trabajo ha sido presentado en diversos foros académicos y profesionales, y continúa contribuyendo a las conversaciones globales sobre diseño, innovación sistémica y educación.