Desde el Barrio se Diseña Distinto

Por Galo Zapata
En los barrios no se habla de innovación, se hace.
No porque sobren el tiempo, los recursos o la calma, sino porque la urgencia no espera.
La transformación social no empieza en oficinas ni en laboratorios de diseño. Empieza en la esquina. En la olla común. En el comedor popular, en los comités de vaso de leche, en las bases barriales. En la cancha donde las juventudes se organizan para limpiar, pintar y sembrar. Empieza cuando alguien dice: “No podemos seguir esperando”. Y lo dice en voz alta. Frente a otras vecinas. Frente a su comunidad. Frente a la necesidad que no pide permiso.

He trabajado por años en comunidades diversas y vulnerables en distritos periféricos de Lima —también en San Juan de Lurigancho, el distrito más denso de América Latina— y si algo he aprendido es que las soluciones más potentes no vienen de un “experto”, sino de la gente que vive el problema en carne propia. Muchas veces son las propias comunidades las que diseñan las respuestas más creativas y sostenibles. Nosotros, los que venimos a acompañar, solo tenemos una tarea: escuchar. Y construir desde, para y con.
Porque lo que funciona en el territorio nace desde adentro. No se impone. Se conversa. Se construye desde el respeto. Con cariño. Con terquedad también. Porque diseñar en el barrio es insistir. Probar. Fracasar. Volver a probar. No con metodologías importadas, sino con sabiduría popular, con memoria colectiva, con intuición tejida entre mujeres, jóvenes, adultos mayores.


En este continente no podemos darnos el lujo de diseñar soluciones sin participación ciudadana real. Ya pasamos por suficientes promesas vacías, intervenciones cortoplacistas, “proyectos” que se olvidaron al mes. Por eso, cuando hablamos de voluntariado, de acción social, de transformación, lo hacemos con los pies bien puestos en el suelo. En el suelo del barrio.
Y ahí es donde el voluntariado cobra otro sentido. No es solo “dar tu tiempo”. Es reconocer que desde la acción colectiva se pueden abrir caminos nuevos. Es saber que el voluntario no viene a “ayudar”, viene a aprender, a sumar, a entender, a sostener procesos que ya existen. Procesos que nacen del dolor, pero también de la esperanza.
Diseñar propuestas desde abajo es creer que la comunidad tiene el conocimiento. Que la señora del comedor sabe más de logística que muchos profesionales. Que la joven que organiza un taller sobre violencia de género en su barrio tiene más capacidad de liderazgo que varios funcionarios. Que un grupo de vecinos que decide reforestar o implementar un biohuerto vertical en un cerro árido está haciendo política del futuro.
Y lo están haciendo con las uñas, pero con el corazón entero. Y aquí creemos y protegemos lo que se desarrolla desde el corazón.
Diseñamos distinto porque vivimos distinto. Porque entendemos lo que es no tener agua, ni veredas, ni seguridad. Pero también sabemos lo que es tener organización, identidad, fuerza. Y eso no se enseña en ninguna universidad.
Los barrios no son zonas a intervenir. Son territorios vivos. Donde cada solución debe ser diseñada con la gente, no para la gente. Y eso lo cambia todo.

¿Y entonces, cómo sumarnos a los procesos que ya existen? Escuchando con humildad. Uniendo fuerzas sin protagonismos. Reconociendo los saberes comunitarios como base legítima del cambio. Y acompañando sin imponer, sabiendo que el verdadero impacto nace del vínculo, no del plan.
Por eso, cuando hablamos de participación ciudadana, no hablamos de llenar formularios. Hablamos de mirar a los ojos. De preguntar sin juzgar. De construir confianza antes que indicadores.
Diseñar desde el barrio no es una metodología. Es una postura política. Es decir: la transformación no vendrá de arriba, vendrá de adentro.
Y sí, ya empezamos.
Imagen de portada: autogenerada, cortesía de Galo Zapata.
Fotos: cortesía de Galo Zapata/Voluntarios.pe
