Acuerpamiento de feministas migrantas

Acuerpar es un acto de resistencia personal y colectivo, en el que nuestros cuerpos responden con indignación y anhelo de justicia, pero también con ternura, empatía, acompañamiento y con la capacidad de sentir como propia la experiencia ajena.

Acuerpamiento de feministas migrantas

Cuando el suelo es ajeno, urge el enraizamiento entre cuerpos-territorios

Por Sandra Arellano

Acuerpar es un acto de resistencia personal y colectivo, en el que nuestros cuerpos responden con indignación y anhelo de justicia, pero también con ternura, empatía, acompañamiento y con la capacidad de sentir como propia la experiencia ajena. A través de esta conexión, los cuerpos se unen para expresar solidaridad, recuperar la alegría, revitalizarse, trenzarse y florecer.

El acuerpamiento feminista implica reconocer y apoyar las experiencias y luchas de mujeres* y cuerpos feminizados, especialmente de quienes se enfrentan a la discriminación y la violencia de género. Lorena Cabnal nos enseña que significa validar nuestras diversas voces y perspectivas, reconocer las distintas intersecciones que nos atraviesan y tener la disposición para, de manera solidaria, cuestionar y desmantelar las estructuras sociales y culturales que perpetúan la opresión y las violencias hacia nuestros cuerpos.

Pero acuerparse significa también reconocerse como parte de un tejido social que disputa la existencia misma de las mujeres* y al que se le contesta desde el cuerpo, conectándolo con la tierra y creando así un territorio. Ese territorio, surgido desde la triada cuerpo-tierra-territorio, lo enarbolamos como nuestro lugar de enunciación y pertenencia para interpelar al sistema mismo y proyectarnos en existencias comunitarias de vivires buenos, sabrosos y justos.

En el contexto de la migración al Norte, el acuerpamiento tiene distintos desafíos. La tierra no es aquella en la que nacimos y crecimos; las ancestras y hermanas están lejos; las redes de soporte son débiles o inexistentes, y nos enfrentamos a lo desconocido. En ese nuevo espacio y tiempo, nos cuestionamos cómo y para qué enraizarnos.

Foto cortesía de Wonderlane

Después de unos destellos pasajeros, abruptamente observamos que los entramados de violencias y opresiones hacia nuestros cuerpos siguen patrones globalesy que la nueva tierra que ahora habitamos no es la excepción. Se suman, sí, otros elementos a la ecuación. La barrera lingüística, la implícita carga de la prueba burocrática en los hombros migrantes, el desarraigo son elementos que nos toca resistir y navegar. En todo este imbricamiento de recientes intersecciones que adquieren nuevos significados, observamos que, al mismo tiempo que hay fronteras físicas que son límites geográficos, hay también fronteras simbólicas que marcan la “otredad”. Se trata de una otredad muy solitaria, pues, si bien en nuestras tierras también hay estructuras y gentes que nos subalternizan, racializan y nos orillan a las periferias, allí teníamos a nuestras comunidades, a nuestras redes de apoyo desde las que podíamos pivotar nuestras luchas y desde las que gravitaban nuestras resiliencias.

En ese escenario urge volver al acuerpamiento. Buscamos así un nuevo enraizamiento, pero sin perder nuestros lugares de enunciación anclados en las experiencias de nuestros cuerpos. Estamos en otro espacio, sí, pero llevamos con nosotras nuestro cuerpo-territorio. Estamos en otra tierra, pero somos herederas y actoras de la lucha feminista de América Latina/Abya Yala. Esa marca en el cuerpo nos llama a que, aun habitando el Norte, reflexionemos desde el Sur, complejicemos los contextos y acuerpemos una lucha de voces y rostros colectivos compuesta por mujeres indígenas, partidarias de la lucha comunitaria, negras, populares, vulneradas, empobrecidas, precarizadas, migrantizadas, migrantas y desplazadas.

Las mujeres* feministas de América Latina/Abya Yala sabemos que nuestros feminismos están colmados de matices que enriquecen las demandas de todo el movimiento global, y seguiremos exigiéndolas, aunque con los pies en el Norte, con el pañuelo verde en la mano.

En este activismo que hacemos acuerpándonos en el Norte, es muy importante estar alerta y resistirnos a la domesticación y a los postulados eurocentrados. Debemos tener presente que el sujeto político de los feminismos no somos las mujeres desde una fundamentación biologicista, sino que se trata de un sujeto múltiple, atravesado por raza, género y clase, vulnerado por el patriarcado. En esa misma línea, la agenda feminista no debe quedarse en la lucha por la igualdad de derechos en el marco de un sistema patriarcal que no es desafiado. El horizonte debe ser la despatriarcalización, entendiéndola, según María Galindo, como un proceso de desmantelamiento y superación de las estructuras patriarcales que oprimen y subordinan a las mujeres* y a otras identidades de género. Implica cuestionar y contestar las normas, valores y sistemas que perpetúan la desigualdad de género y la opresión.

Al mismo tiempo, debemos reflexionar sobre los lugares que ocupamos en ese espacio llamado “migración”. No la romantizamos ni la homologamos. Examinamos y reconocemos nuestros privilegios, los ponemos a disposición, tomando consciencia de que todas las mujeres* y cuerpos feminizados sufrimos distintas opresiones de distintas maneras.

En nuestros procesos de revisión, no somos punitivistas ni nos sumamos a la cancelación de la compañera* en proceso de deconstrucción. (Nos) hacemos pedagogía para una lucha con rabia, consciencia y ternura. Ampliamos la escucha detenida y atenta de historias de vida, testimonios y narrativas de experiencias. Como lo hacen las sabias en Abya Yala, accionamos una lucha práctica-teórica que implica un saber que piensa sobre otros saberes y que, desde la comunidad, estimula una conciencia sobre la potencia de la intervención colectiva.

Así, desde nuestros propios reconocimientos y reivindicaciones, en la migración creamos un cuerpo-tierra-territorio que es nuevo y el mismo a la vez; nos movemos trascendiendo lo visible, nos politizamos, activamos y desafiamos, siempre acuerpadas.

Sandra Arellano Cruz

2023 Almanach, Ed. 2025

Referencias:

  • Cabnal, L. (2015). De las opresiones a las emancipaciones: Mujeres indígenas en defensa del territorio cuerpo-tierra. Pueblos – Revista de Información y Debate, (64). Recuperado de https://www.pueblos.org 
  • Galindo, M. (2013). No se puede descolonizar sin despatriarcalizar. Mujeres Creando.
  • Grosfoguel, R. (2012). Sujetos coloniales: Una perspectiva global de las migraciones caribeñas. Abya Yala.
  • Lugones, M. (2011). Hacia un feminismo descolonial. La Manzana de la Discordia, 6(2), 105-119. (Original publicado en Hypatia, 25(4), 2010). Traducido por G. Castellanos.

Imagen de portada cortesía de Markus Spiske

Sobre la autora

Sandra B. Arellano Cruz es Máster en Estudios Interdisciplinarios de América Latina por la Universidad Libre de Berlín con especialización en Sociocultura y licenciada en Derecho y Ciencias Políticas con especialización en Interculturalidad, Migración y Derechos Humanos. En su práctica profesional se ocupa de proyectos de desarrollo, proyectos socioculturales, educación política, investigación sociocultural y mediación intercultural.

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